Oda al Café. O a la Vida.

Mi único vicio es el café. Y realmente lo mantengo muy a raya. Es curioso como el café tiene la capacidad de tranquilizarme y relajarme cuando está considerado un excitante. Para mí tener el café al lado, o entre manos, es casi un acto litúrgico. Si fuera un ser animado sería mi mejor amigo, pero ni siquiera es un ser, así que lo fusiono conmigo a través de la boca, mediante pequeños sorbos en los que voy permitiendo que me tome desde lo más profundo de mí y se haga conmigo. No soy la misma persona antes ni después del café. Podría vivir perfectamente sin él si quisiera, pero es que no quiero. De pequeña detestaba el café. No soportaba su sabor, ni que estuviera tan caliente. ¡Y mucho menos el café en vaso de tubo! Por favor... Pero desde chica he tenido la habilidad de enamorarme de todo aquello que antes detestase profundamente... Así es que el café acabó siendo mi Alabado y un absoluto imprescindible para mí. Y pese a que opino que el café en taza sabe diferente al café en vaso de tubo corto y estrecho, si es en vaso me encanta también. A mí me gusta que el café me lo sirvan muy caliente y después se enfríe solo en su continente, sea taza o sea vaso. Ocurre que en el vaso, a mí de da la sensación de que tarda más en enfriarse. Y quizás por eso mi reticencia, además de que no soporto quemarme las manos alrededor del vaso o no tener por donde cogerlo. En mis inicios inundaba el café de azúcar, probablemente porque por entonces me gustaba, pero no como ahora. También es cierto que en los bares de mi ciudad te servían siempre el café con dos sobrecitos de azúcar de 10 gramos cada uno mientras que hoy día casi tienes que ir tú a pedir el sobre a la barra y puedes escogerlo, eso sí, entre diferentes tipos de azúcar o edulcorantes. Aún así, hoy en día los sobres de azúcar suelen ser de 8 gramos. Pues bien, uno de esos sobres me llega para toda la semana de cafés, así que podéis haceros una idea, creo, del poco azúcar que necesito echarle en la actualidad. 

El café es como la vida. Te agarra desde dentro. Se disipa con el paso del tiempo. Pasa de cargado a descafeinado. Al principio lo quieres muy dulce y luego sin artilugios. 

Pasas del "con taza grande, leche del tiempo o natural y con azúcar moreno" al "un café con leche, por favor", tal cual. Y aceptas lo que te venga con la misma cara y sin inmutarte ni pestañear.

Porque la vida es como el café, conviene aceptarla tal cual e ir probando cafés hasta que das con el tuyo.

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